Durante la crisis financiera mundial de
2008, una viuda perdió un tercio de sus ingresos cuando las acciones bancarias
dejaron de pagar dividendos al fracasar su confiable banco. El periódico Wall
Street Journal citó su angustiosa reacción como un ejemplo de los sentimientos
de muchas personas que fueron afectadas de manera similar: «Uno simplemente
piensa, “No puede ser”. ¿Hay algo seguro?».
Las tragedias y las dificultades
siempre nos sacuden la mente. Nuestros mejores planes y esperanzas pueden ser
destrozados por acontecimientos que no podemos controlar. Se nos recuerda que
sólo hay una fuente de verdadera seguridad y confianza en un mundo cambiante.
Con una visión renovada, consideremos las palabras de Pablo: «A los ricos de
este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas,
las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas
obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por
venir, que echen mano de la vida eterna» (1 Timoteo 6:17-19).
Cuando nuestros recursos disminuyen,
podemos enriquecernos haciendo buenas obras, siendo generosos y compartiendo
con los demás. Si la estabilidad financiera regresa, no nos aferremos tanto a
lo que se nos da, sino confiemos únicamente en Dios.
Estamos seguros sólo en Él.