En abril de 2010, nubes de humo que
emanaban de un volcán en Islandia obligaron a cerrar aeropuertos en Gran
Bretaña y en Europa durante cinco días. Se cancelaron cerca de 100.000 vuelos y
millones de pasajeros, en todo el mundo, se encontraron varados en tierra. La
gente no llegó a eventos importantes, las empresas perdieron muchísimo dinero y
nadie sabía cuándo terminaría el problema.
Cuando nuestros planes se hacen pedazos
y no hay solución, ¿cómo enfrentamos la frustración y los retrasos? Isaías
26:3-4 es un ancla para nuestra alma en todas las tormentas de la vida: «Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en
ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está
la fortaleza de los siglos». Ya sea que enfrentemos inconvenientes molestos y
pérdidas que nos rompen el corazón, vale la pena memorizar y repetir esta
promesa inconmovible, todas las noches, cuando cerramos los ojos para
dormirnos.
Hoy, cuando los planes se frustran,
¿nuestra mente se ve afectada por las circunstancias o descansa en el Señor?
Durante un retraso frustrante, ¿todavía seguimos confiando en el corazón
amoroso de Dios? En el himno «Cual la mar hermosa», Frances Havergal expresa de
manera maravillosa lo que anhelamos.