Se dice que el centavo es la unidad
monetaria más despreciada de los Estados Unidos. Muchas personas, si ven un
centavo tirado en el suelo, ni siquiera se molestan en levantarlo. No obstante,
algunas organizaciones de caridad están descubriendo que estas monedas pueden
alcanzar sumas significativas, y que los niños son dadores generosos. Como dijo
un participante: «Pequeñas contribuciones pueden marcar una inmensa
diferencia».
El relato bíblico sobre David y Goliat
describe a una persona, aparentemente insignificante, cuya confianza en Dios
era mayor que cualquier otro poder que estuviera a su alrededor. Cuando David
se ofreció para enfrentar al gigante Goliat, el rey Saúl dijo: «No podrás tú ir
contra aquel filisteo» (1 Samuel 17:33). Pero David tenía fe en el Señor, que
lo había librado en el pasado (v. 37).
David no padecía del «síndrome del
centavo»: un sentimiento de inferioridad y de desesperación al enfrentar
problemas abrumadores. Si él hubiese prestado atención al pesimismo de Saúl o
las amenazas de Goliat, no habría hecho nada. En cambio, actuó con coraje
porque confiaba en Dios.
Es fácil sentirse como un centavo en
medio de un déficit de dos millones de dólares. Pero, cuando obedecemos al
Señor en cada circunstancia, todo suma. En forma colectiva, nuestros actos de
fe, grandes o pequeños, marcan una gran diferencia. Y cada centavo cuenta.