Mientras Dolores conducía por un camino
rural, notó que un automóvil la seguía muy de cerca. Casi podía sentir la
irritación del conductor mientras ella avanzaba con cuidado y lentamente a lo
largo de varias curvas.
Desde luego, el conductor del otro
coche no podía saber que Dolores estaba transportando alrededor de 45 kilos de
puré de patatas, dos ollas llenas de salsa y muchos otros alimentos para una
comida en la iglesia… ¡lo suficiente como para alimentar a 200 personas!
Percibiendo la frustración del otro conductor, Dolores pensó: Si tan solo
supiera la frágil carga que estoy llevando, entendería por qué estoy
conduciendo así.
En ese preciso instante, se le ocurrió
otra cosa: ¿Con cuánta frecuencia soy impaciente con la gente cuando no tengo
ni idea de la frágil carga que pueden estar llevando?
¡Con qué facilidad juzgamos a los demás
al suponer que sabemos todo acerca de una situación! La Palabra de Dios nos
guía en una dirección mucho más caritativa y nos enseña que debemos tratar a
los demás con benignidad, humildad y paciencia (Colosenses 3:12). ¡Cuánto más
amorosos somos cuando nos soportamos y perdonamos los unos a los otros (v. 13)!
Tratemos a los demás como nos gustaría
que nos traten a nosotros (Lucas 6:31), recordando que no siempre sabemos qué
cargas podrían estar llevando.
Si estás por perder la paciencia con los demás, detente y piensa en cuán paciente ha sido Dios contigo. (RBC)