Durante su entrenamiento, Desmond Doss
irritó a su instructor y a los demás soldados. Pacifista por convicción, se
negó a llevar un arma a la batalla, y esto hizo que sus compañeros dudaran de
su valentía. Medico de oficio, el joven creyente no dudó en enfrentar el
combate, pero su meta era salvar vidas.
Sin embargo, las dudas sobre Doss
desaparecieron cuando su unidad militar entró en combate. Durante la Segunda
Guerra Mundial, en la Batalla de Okinawa, eludió el fuego de las
ametralladoras, para poner a salvo a los heridos. Oraba: «Señor, dame fuerza
para salvar a otro soldado herido». A la larga, llevó al pie de una colina más
de 70 hombres heridos, para una mejor atención médica. Por sus esfuerzos, le
otorgaron la Medalla de Honor: el máximo reconocimiento en su país.
Las Escrituras hablan de otro cristiano
que se arriesgó muchísimo para ayudar a los demás. Pablo escribió sobre
Epafrodito: «… tened en estima a los que son como él; porque por la obra de
Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida…» (Filipenses 2:29-30).
Actualmente, muchos creyentes en el
mundo entero arriesgan su vida por la causa de Cristo. Oremos para que Dios los
proteja mientras lo sirven en medio de circunstancias peligrosas.
La valentía no es tener fuerzas para continuar, sino continuar cuando ya no quedan fuerzas. (RBC)