En mayo de 2011, una joven se refugió
en una bañera durante un tornado que devastó la ciudad donde vivía. Su esposo
la cubrió con su cuerpo y recibió los golpes de los escombros que volaban. Él
murió, pero ella sobrevivió gracias al heroísmo de su marido. Como es natural,
lucha con la pregunta: «¿Por qué?». Pero un año después de lo ocurrido, dijo
que encontraba consuelo pensando que, aun en su peor día, se sintió amada.
Cuando pienso en «los peores días», de
inmediato me viene a la mente Job. Aunque amaba a Dios, ¡perdió sus animales,
sus criados y sus hijos en un solo día! (Job 1:13-19). Se lamentó profundamente
y también se preguntó el porqué. Exclamó: «Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a
ti […]? ¿Por qué me pones por blanco tuyo…?» (Job 7:20). Sus amigos lo acusaron
de haber pecado y pensaban que merecía sufrir, pero Dios les dijo: «… no habéis
hablado de mí lo recto, como mi siervo Job» (42:7). El Señor no le explicó a Job
por qué sufría, pero lo escuchó y no lo culpó por sus cuestionamientos. También
le aseguró que tenía el control de todo y que podía confiar en Él (42:1-6).
Quizá el Señor no nos explique las
razones de las pruebas, pero debemos estar agradecidos de que, aun en nuestro
peor día, podemos saber con certeza que Él nos ama (Romanos 8:35-39).
El amor de Dios no nos exime de las pruebas, pero nos ayuda a sobrellevarlas. (RBC)