En mi viaje diario a la escuela, tengo
muchísimo tiempo para leer… me refiero a las calcomanías en los automóviles.
Algunas son desagradables, otras ingeniosas, e incluso otras, directamente de
mal gusto. Sin embargo, una que vi hace poco desafió sutilmente mi corazón
sobre la manera en que suelo enfrentar la vida. Decía simplemente: «Demasiado
bendecido como para quejarme».
Debo confesar que me sacudió meditar en esas
palabras. Con suma frecuencia, me encuentro lamentándome por situaciones que no
salen como quiero, en vez de concentrarme en los regalos maravillosos que mi
Padre celestial me ha dado. Aquel día, la lectura de ese sencillo mensaje me
llevó a renovar mi compromiso de dar gracias en forma voluntaria y constante
porque mi Dios ha sido bueno conmigo más allá de lo que puedo enumerar.
El Salmo 107 es una canción que procura corregir una mentalidad desagradecida. El salmista (que muchos piensan que fue el rey David) hace un llamado a los corazones enfriados a causa de la ingratitud, para lo cual repite en cuatro ocasiones: «Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos de los hombres» (vv. 8, 15, 21, 31 lbla). Incluso en los peores momentos, tenemos mucho que agradecer. ¡Aprendamos a dar gracias a Dios por su bondad para con nosotros!