“En un
espectáculo cultural en Bandung, Indonesia, disfrutamos de la interpretación de
una orquesta maravillosa. Antes del final, a cada una de las 200 personas de la
audiencia se le entregó un angklung, un instrumento musical hecho de bambú. Nos
enseñaron cómo sacudirlo siguiendo el ritmo que indicaba el director. Al poco
tiempo, pensábamos que estábamos tocando como una orquesta; ¡nos sentíamos tan
orgullosos de lo bien que lo hacíamos! Pero después, me di cuenta de que no
éramos nosotros los buenos, sino que todo era mérito del director.” (A.L. –
escritor americano).
Asimismo, cuando todo funciona bien en
nuestra vida, es fácil sentirnos orgullosos. Nos vemos tentados a pensar que
somos buenos y que hemos triunfado debido a nuestras habilidades. En esos
momentos, tendemos a olvidar que detrás de todo está nuestro buen Dios que
promueve, previene, provee y protege.
David recordaba esa verdad: «Y entró el rey
David y estuvo delante del Señor, y dijo: Señor Dios, ¿quién soy yo, y cuál es
mi casa, para que me hayas traído hasta este lugar?» (1 Crónicas 17:16).
El corazón de David desbordaba de aprecio por la bondad de Dios.
La próxima vez que seamos tentados a
atribuirnos el mérito por las bendiciones que disfrutamos, hagamos una pausa y
recordemos que es el Señor el que nos bendice.
La mano de Dios está
detrás de todo lo bueno. (RBC)