Oswald
Chambers percibió una estrecha relación entre nuestro deseo de lo inmediato y
las pasiones descontroladas, a las que definió como «simplemente querer tener
algo al instante: un deseo corporal o un bien espiritual […]. No puedo esperar
el tiempo de Dios, Él es demasiado indiferente; así obran las pasiones».
En
el Salmo 27, David escribió sobre esperar en Dios durante una gran dificultad,
cuando no hay soluciones a la vista. En vez de desesperarse, siguió confiando
en que vería «la bondad del Señor en la tierra de los vivientes» (v. 13).
Vivimos
en un mundo que adora lo inmediato. Cuando parece que no hay señales de que se
cumplirán nuestros anhelos más profundos, el salmista nos insta a aferrarnos al
Dios eterno. «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera
al Señor» (v. 14).
Para aplacar nuestras ansias de lo
inmediato debemos enfocarnos en lo eterno. (RBC)