El autor de novelas del oeste, Stephen Bly,
dice que en aquellos días había dos tipos de amigos: los que huían corriendo y
los que se quedaban. A la primera señal de problemas, los primeros partían como
un rayo, abandonando a su amigo en medio del peligro. Pero los que se quedaban,
permanecían con su compañero, sin importar las circunstancias.
Desafortunadamente, no se podía saber qué clase de amigo se tenía hasta que
llegaba el problema. Y entonces, ya era muy tarde, a menos que dicho amigo
fuera de los que se quedaban.
Sin embargo, más que estar preocupados con el
tipo de amigos que tenemos, debiéramos considerar qué tipo de amigos somos. En
sus últimos días, mientras Pablo aguardaba su muerte, algunos de los que habían
ministrado con él, huyeron y lo abandonaron para que enfrentara su ejecución
solo. En su última carta, él menciona a algunos (como Demas) que habían huido,
y luego simplemente declaró: «Sólo Lucas está conmigo» (2 Timoteo 4:11). Lucas
era de los que se quedaban. Si bien se sentía decepcionado por aquellos que lo
habían abandonado, Pablo sintió un profundo consuelo al saber que no estaba
solo.
Los Proverbios nos dicen que «en todo tiempo
ama el amigo» (17:17). Durante tiempos de adversidad, necesitamos amigos en
quien confiar. Cuando las personas que conocemos enfrentan problemas, ¿qué
clase de amigos seremos: los que huyen o los que se quedan?
Un verdadero amigo se
queda con nosotros en los tiempos de prueba. (RBC)