A menudo, mientras espero para pagar en
la caja del supermercado, dedicó unos instantes para echar un vistazo a las
portadas de las revistas que se exhiben allí. Da la impresión de que, si no
hablan de sexo o de dinero, proponen temas acerca de dietas, acondicionamiento
físico, salud y belleza exterior. No incluyen nada para el alma.
El problema es que la gente lee las
revistas equivocadas: aquellas que están llenas de mentiras, que se fijan en la
belleza del rostro y en las formas, como si todo se redujera a eso. Esto puede
llevar a hacer comparaciones y generar una terrible desazón.
Hace algunos años, un amigo mío me comentó sobre una conversación que
había tenido con una joven hermosa y muy segura de sí misma. Él le dijo: «Se ve
que te sientes muy segura. ¿Me podrías decir a qué se debe?». «Claro —respondió
la muchacha—, es porque soy sumamente bonita». Mi amigo le dijo con una
sabiduría extraordinaria: «Ah, cuánto lo lamento». «¿Por qué?», contestó ella.
A lo cual él respondió: «Quizá no siempre sigas siendo bonita».
«Engañosa es la gracia, y vana la
hermosura» es el pensamiento sabio que leemos en Proverbios 31. La belleza
física desaparece demasiado rápido; todos los esfuerzos que hagamos para
mantenerla están destinados a fracasar. Pero en la persona «que teme a Jehová»
(v. 30) hay una belleza interior; la belleza auténtica, que perdura para
siempre.