El triatlón Ironman [Hombre de hierro]
consiste en nadar casi 4 km, recorrer 180 km en bicicleta y correr 42 km. Es
una hazaña difícil de completar para cualquiera. Sin embargo, Dick Hoyt
participó en la competición y la terminó acompañado de su hijo Rick que es
físicamente minusválido. Mientras nadaba, arrastraba a Rick en un pequeño bote;
en la bicicleta, este iba sentado delante de su padre; y durante la carrera,
Dick lo empujaba en una silla de ruedas. Rick dependía de su padre para
terminar la carrera, ya que no podía hacerlo solo.
Vemos un paralelismo entre su historia
y nuestra vida espiritual. Tal como Rick estaba supeditado a su padre, así
también nosotros dependemos de Dios para completar nuestra carrera.
Cuando nos esforzamos para vivir una
vida que agrade a Dios, nos damos cuenta de que, a pesar de nuestras mejores
intenciones y determinación, solemos tropezar y no llegar a la meta. Solamente
con nuestra fuerza, es imposible. ¡Ah, cuánto necesitamos la ayuda del Señor! Y
está a nuestra disposición. Pablo lo expresa con estas profundas palabras: «…
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios…» (Gálatas 2:20).
No podemos terminar la carrera sin
ayuda. Tenemos que hacerlo dependiendo del Señor Jesucristo que vive en
nosotros.