Cicerón fue uno de los pensadores más
grandiosos del Imperio Romano. Fue un talentoso orador, abogado, político,
lingüista y escritor. Aún hoy se lo cita por su clara prosa y su práctica
sabiduría.
Por ejemplo, sobre la amistad, escribió:
«La amistad promueve la felicidad y abate la tristeza al duplicar nuestro gozo
y dividir nuestro dolor». Entendía cuál era el doble beneficio de tener amigos
a lo largo del camino de la vida.
Casi mil años antes, el rey Salomón
también había escrito sobre el valor de los amigos. En Eclesiastés, leemos:
«Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si
cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere,
no habrá segundo que lo levante» (4:9-10). Sin duda, una vida sin amigos hace
que nuestra peregrinación sea solitaria y difícil de soportar.
Aquel famoso romano y ese rey judío
tenían razón: Los amigos son importantes. Sirven de confidentes, consejeros y
colaboradores para sobrellevar las cargas.
Piensa en tus amigos. ¿Has estado
descuidando a aquellos que Dios te ha provisto para compartir las alegrías y
las tristezas? Si es así, trata de localizar a alguno de ellos para reunirte
durante esta semana. Recuerda esto: «Mejores son dos que uno», porque un amigo
puede duplicar nuestras alegrías y dividir nuestras tristezas.