Recientemente, mi hermana y yo volvimos
a contactarnos con un joven que habíamos conocido cuando era niño. Recordamos
con afecto el programa de Navidad en que Mateo cantó —en perfecto soprano de
varón— la canción All Is Well [Todo está bien], de Kirkpatrick y Smith. Fue un
recuerdo maravilloso de un himno magníficamente cantado.
Oír estas palabras en Navidad brinda
consuelo a muchos. Pero algunos no pueden internalizar el mensaje porque viven
confundidos. Han perdido un ser amado, siguen sin trabajo, padecen una grave
enfermedad o una depresión que no desaparece. Sus corazones claman a viva voz:
«¡No todo está bien, no para mí!».
Sin embargo, para quienes celebramos el
nacimiento de nuestro Salvador, todo sí está bien en Cristo, a pesar de la
noche oscura que atraviese nuestra alma. No estamos solos en medio del
sufrimiento. Dios está a nuestro lado y promete que nunca nos abandonará
(Hebreos 13:5), que Su gracia basta (2 Corintios 12:9), que suplirá nuestras
necesidades (Filipenses 4:19) y que nos dará el regalo asombroso de la vida
eterna (Juan 10:27-28).
Al repasar las promesas del Señor,
coincidimos con las palabras del poeta John G. Whittier: «Delante de mí y
también atrás, Dios está, y todo está bien».