Robin y Esteban desarrollan un
ministerio de consejería que les proporciona muy pocos ingresos. Hace poco, un
problema familiar los obligó a hacer un viaje de unos 8.000 kilómetros en su
vieja camioneta.
Después de resolver la crisis,
empezaron el viaje de regreso. Cuando todavía les faltaban más de 3.000
kilómetros para llegar a su casa, el vehículo comenzó a fallar. Un mecánico lo
revisó y les dijo: «Se fundió. Hay que cambiar el motor».
Como no podían pagarlo, la única opción
era ejercitar la paciencia y lograr que la camioneta llegara a destino. Tres
días después, más varios litros de aceite y una gran cantidad de oraciones,
milagrosamente llegaron con el coche hasta el garaje. Más tarde, oyeron sobre
un «misionero de automóviles» que ayudaba a gente que servía al Señor. Tras
asombrarse de que la camioneta había llegado, ofreció cambiar el motor gratis.
Si Esteban lo hubiese arreglado antes, le habría costado miles de dólares, que
no tenía.
En Éxodo 15, Dios guiaba a los
israelitas por el desierto. Después de tres días de viaje, se quedaron sin agua
y no podían conseguirla. Pero el Señor sabía lo que pasaba. En realidad, en
Mara (v. 25) y en Elim (v. 27) les aguardaba una solución. Dios no solo
resolvió el problema del agua, sino que también les dio un lugar para
descansar.
Aunque nuestras circunstancias parezcan
difíciles, podemos confiar en la guía del Señor. Él ya sabe qué necesitaremos
cuando lleguemos allí.
Enfrentar lo imposible nos da la oportunidad de confiar en Dios. (RBC)