El otro día me encontré con un informe
preocupante sobre personas que piensan que es correcto usar el océano como un
basurero gigante. Esto es parte de lo que decía: «Si usted ve esta asombrosa
pila de plástico flotando en el Océano Pacífico, se llama “El Gran Basural del
Pacífico”. Representa tres millones de toneladas de residuos plásticos que
flotan en una superficie mayor que la de Texas. ¡Un paisaje llamativo formado
por 46.000 trozos de plástico flotando en alrededor de 2.500 kilómetros
cuadrados de océano!». Otras fuentes estiman que la cantidad de basura es aun
mayor. El plástico es particularmente perjudicial porque no se recicla.
Durante nuestra travesía terrenal, se
nos encargó, al igual que a Adán, que cuidáramos de la tierra y de las
criaturas que Dios nos ha dado. Génesis 2:15 dice: «Tomó, pues, Jehová Dios al
hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase».
Dios se deleita en lo que ha hecho, y esto incluye los mares y todo lo que vive
en ellos (1:10,20-21).
Este mundo debería hacernos recordar la
grandeza de nuestro Creador y actuar como un trampolín para elevar nuestras
alabanzas a Él. Tratar esta tierra con indiferencia y usarla como un basurero
estropea su belleza y pone en peligro a las criaturas que viven aquí. Como
creyentes en Cristo, nuestro deber es respetar y cuidar la tierra, el mar y el
aire.
Cuidar de la creación de Dios es un deber del ser humano. (RBC)