Un proverbio africano dice: «El que
pregunta, no se pierde en el camino». Este concepto puede ser útil al
considerar las preguntas de David en los Salmos. Es evidente que él estaba
buscando la guía de Dios para saber qué camino debía tomar.
«Jehová, ¿hasta cuándo?» (6:3). Una
pregunta impaciente por ver el plan de Dios cumplido.
«¿Qué es el hombre, para que tengas de
él memoria?» (8:4). Una pregunta de asombro ante el interés de Dios por el
hombre pecador.
«¿Por qué […] te escondes en el tiempo
de la tribulación?» (10:1). Una pregunta que revela un anhelo de la presencia
de Dios.
«Jehová, ¿quién habitará en tu
tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?» (15:1). La pregunta definitiva
sobre quién puede vivir con Dios.
David tenía algunas preguntas difíciles
para hacerle al Señor, porque había descubierto lo que se siente cuando una
persona deja de lado a Dios, hace las cosas como quiere y pierde su camino. No
obstante, cuando escribió los salmos, era un hombre que buscaba vivir
piadosamente. Por eso, investigaba lo que Dios pensaba sobre temas complicados.
Preguntas. Al igual que David, tú
también las tienes. Sigue preguntando. Después, mediante la fe en la Palabra de
Dios y la obra del Espíritu Santo, presta atención mientras Él te guía por Su
camino.
Es bueno preguntarse cosas, pero mejor aun es buscar las respuestas de Dios. (RBC)