¿Alguna vez te sentiste abrumado por
los reglamentos y las expectativas? Imagina cómo se habrá sentido el pueblo
judío cuando trataba de cumplir más de 600 reglas del Antiguo Testamento y
muchas otras que le habían impuesto los líderes religiosos de aquella época.
Imagina también su sorpresa cuando Jesús simplificó la búsqueda de la rectitud
al reducir la lista a solo dos cosas: «Amarás al Señor tu Dios» (Mateo 22:37) y
«amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39).
En esencia, Jesús nos está diciendo que
Dios sabe cómo lo amamos a Él por la forma en que tratamos a las demás
personas. A todas ellas. Seamos realistas: amar a nuestro prójimo puede ser un
desafío. Pero, cuando lo hacemos para expresar nuestro amor a Dios, damos
rienda suelta a una motivación poderosa que ama sin importar si esa persona lo
merece o no. Y cuando amamos a Dios y a nuestro prójimo, todo lo demás se
ajusta también. Si amo a mi prójimo, no daré falso testimonio contra él, no
codiciaré su riqueza ni a su esposa, ni tampoco le robaré. Amar a los demás en
beneficio de la obra de Dios concede incluso la gracia y la fortaleza para
perdonar a aquellos que nos han colmado de injusticias.
¿Hay alguien que hoy necesita ver el
amor de Dios a través de ti? ¡Cuanto más desagradable sea la persona, más
sentido tiene que declares la profundidad de tu amor a Dios!
Amar a Dios es la clave para amar a los demás. (RBC)