La situación laboral en
Inglaterra durante el siglo xix era desastrosa. Hombres, mujeres y niños
trabajaban en fábricas peligrosas durante el día, y después se iban a sus casas
en sucios conventillos por la noche. A la mayoría de los dueños de esas
fábricas no les importaba mucho el bienestar de sus empleados.
Sin embargo, los dueños de la
compañía de chocolates Cadbury eran diferentes. Cuáqueros por convicción y
empresarios por vocación, se concentraron en mejorar las condiciones de trabajo
de sus 200 trabajadores. Construyeron una fábrica de última generación con
vestuarios calefaccionados, una cocina y espacios de recreación. Además, para
ocuparse de las necesidades espirituales de los empleados, empezaban el día de
trabajo con un estudio bíblico.
Colosenses 4:1 señala: «Amos,
haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también
vosotros tenéis un Amo en los cielos». Sin duda, los Cadbury procuraban darles
a sus empleados lo justo y recto, pero su vocación celestial los motivó a ir un
paso más allá y suplir también sus necesidades físicas y espirituales.
Aunque no seamos dueños de una
empresa, habitualmente tenemos contacto con diversas personas. Como creyentes,
es importante que actuemos con ética. Con la ayuda divina, también podemos
ocuparnos del bienestar de los demás orando por ellos, alentándolos y
atendiendo sus necesidades físicas (Gálatas 6:10).
Dios nos bendice para que podamos bendecir
a otros. (RBC)
a otros. (RBC)