‘Durante muchos años, conservé una carpeta de
archivo titulada «Oratoria». Se fue llenando de artículos, citas e
ilustraciones que podían ser útiles. Hace poco, la revisé para descartar las
cosas desactualizadas. Me resultó difícil deshacerme de muchas, no porque no
las haya usado todavía en una charla, sino porque no las he puesto en práctica.
Cerré la carpeta pensando: «No son palabras para usar en una conferencia; son
consignas de vida».
Después de 40 años en el desierto, Moisés le
dijo al pueblo que se preparaba para entrar en la tierra prometida: «Ahora,
pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los
ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que el Señor Dios de
vuestros padres os da» (Deuteronomio 4:1). La temática repetida de Moisés (vv.
1, 2, 5, 6, 9) es que hay que cumplir los mandamientos divinos, y lo expresó
muy bien: «… yo os he enseñado estatutos y decretos […] para que hagáis así»
(v. 5).
Es fácil hablar sobre hacer más de lo que hacemos y predicar sobre verdades que no ponemos en práctica. Podemos llenarnos la boca de palabras, pero necesitar una dosis de realidad, olvidando que todos los mandamientos de Dios fluyen de su corazón que nos ama.
La potencia de nuestras acciones debe compararse al ímpetu de nuestras palabras. (RBC)