El pasatiempo de Marcos es una pequeña granja. Hace poco, cuando fue a ver las vacas
que criaba, ¡se sorprendió al ver un ternero recién nacido! Cuando compró el
ganado, no sabía que había una preñada. Lamentablemente, la vaca tuvo
complicaciones y murió poco después del parto. De
inmediato, Marcos compró leche en polvo para
alimentar al ternero con un biberón. «¡El ternero cree que soy su madre!», dijo
él.
Esta tierna historia del
nuevo papel de Marcos me recuerda a Pablo, cuando se comparó con una madre
amorosa, al ocuparse de los creyentes en Tesalónica: «Antes fuimos tiernos
entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos» (1
Tesalonicenses 2:7).
Pablo adoptaba la actitud de una nodriza cuando
le enseñaba a la gente. Sabía que los creyentes necesitaban «la leche» de la
Palabra de Dios para crecer espiritualmente (1
Pedro 2:2), pero también prestaba especial atención a las necesidades de
aquellos a quienes cuidaba: «… sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos,
exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que
anduvieseis como es digno de Dios» (1 Tesalonicenses 2:11-12).
Al servirnos unos a otros, hagámoslo con el cuidado tierno y amoroso de nuestro Salvador, estimulándonos en nuestra travesía espiritual (Hebreos 10:24).
Dios derrama su amor en nuestro corazón para que fluya hacia los demás. (RBC)