En su
libro Dear Mrs. Kennedy [Querida Sra. Kennedy], Jay Mulvaney y Paul De Angelis
observan que durante las semanas siguientes al asesinato del presidente
estadounidense John Kennedy, su viuda, Jacqueline, recibió casi 1.000.000 de
cartas de personas de todo el mundo. Algunas eran de parte de jefes de estado,
famosos y amigos cercanos. Otras provenían de personas comunes y corrientes,
que las dirigían a la «Señora Kennedy, Washington» o la «Sra. Presidenta,
Estados Unidos». Todos escribían para expresar su dolor y condolencias por la
gran pérdida de esta mujer.
Cuando
los demás sufren y queremos ayudar, es bueno recordar la imagen que describió
Pablo del «Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo», como el «Padre de
misericordias y Dios de toda consolación» (2 Corintios 1:3). Nuestro Padre
celestial es la fuente suprema de toda misericordia tierna, palabra amable y
acción servicial que brinde aliento y sanidad. El erudito bíblico W. E. Vine
dice que paraklesis, la palabra griega traducida «consolación», significa «un
llamado a estar junto a otra persona». Estas palabras de consuelo aparecen
varias veces en la Escritura como un recordatorio de que el Señor nos mantiene
cerca y nos invita a aferrarnos a Él.
Así como el Señor nos envuelve con sus brazos amorosos, nosotros también podemos abrazar a los demás con «la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (v. 4).