Hace
poco, un amigo me contó que, cuando llevó a su hermana a Europa, tachó uno de
los ítems en su lista de cosas que deseaba hacer antes de morir. Aunque él ya
había visitado este lugar muchas veces, ella nunca había ido. Me sorprendió que
en su lista de deseos figurara este generoso objetivo, y me llevó a preguntarme
cuántos de mis sueños y metas apuntan a los demás.
Romanos
12:6-21 habla de los dones de Dios para nosotros como miembros del cuerpo de
Cristo, y de cómo tendríamos que usarlos en la vida cotidiana. Todos van
orientados hacia fuera. La enseñanza, por ejemplo, no es para que el maestro se
sienta satisfecho, sino para beneficio de otros. Lo mismo sucede con los demás
dones mencionados en los versículos 6 al 8. Pablo resume esta actitud generosa,
alentándonos de esta manera: «ámense los unos a los otros con amor fraternal,
respetándose y honrándose mutuamente» (v. 10, nvi).
El
apóstol ejemplificó esta actitud incluyendo a otros en su ministerio y
dedicando su vida al servicio de la siguiente generación de creyentes. La
generosidad, la hospitalidad, el perdón y la compasión guiaban su conducta.
Entre nuestros objetivos de vida, tiene que estar el ofrecer los dones que Dios nos ha dado.
Para tener una vida espiritual más saludable, ejercita la humildad y ocúpate de los demás. (RBC)