Santiago
y unos amigos hicieron un viaje a Nueva York durante las vacaciones escolares.
Una tarde, tomaron un taxi y fueron a visitar el edifico Empire State. A
Santiago, el recorrido por las calles le pareció caótico y peligroso; sin
embargo, cuando llegó a la plataforma de observación del rascacielos y miró
para abajo hacia las calles de la ciudad, quedó asombrado ante el orden y la
organización. ¡Qué cambio le produjo esa nueva perspectiva!
Habacuc
aprendió una lección similar. Cuando miró la vida desde un punto de vista
terrenal, le pareció que Dios era indiferente ante la maldad que invadía a la
sociedad (Habacuc 1:2-4). Pero el Señor le dio una perspectiva divina y le
mostró que la vida es más de lo que parece. Las acciones de los seres humanos
no pueden desviar los propósitos de Dios (2:3).
Aquellos
que no tienen en cuenta a Dios parece que prosperan en el momento; pero, en
última instancia, el Señor corregirá todo lo que está mal. Él actúa de manera
soberana en todo lo que sucede para que cada situación lleve a cabo su buen
propósito. Sin duda, los planes divinos se concretarán y lo harán en el momento
apropiado (v. 3).
Desde nuestra posición en la vida, no podemos distinguir el panorama completo; por eso, sigamos viviendo por fe y no por vista. Desde la perspectiva de Dios, todo obra para beneficio del creyente y para honra de Él.