Según
la revista Forbes, especializada en temas económicos y financieros, en la
mayoría de los países, las leyes y los códigos que rigen la actividad
impositiva son prácticamente innumerables. Es más, estas leyes se han vuelto
tan complejas que aun a los expertos les resulta complicado y pesado procesar
todas las reglamentaciones.
Los
líderes religiosos de la antigua Israel hacían lo mismo en cuanto a su relación
con Dios. Las leyes que tenían eran sumamente complicadas. El peso de las
reglamentaciones religiosas había aumentado de tal manera que aun un experto en
la ley de Moisés luchaba para entender su esencia. Cuando uno de esos líderes
le preguntó a Jesús qué era lo más importante de los mandamientos, Él
respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y
con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y
el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos» (Marcos 12:30-31).
La ley de Moisés era pesada, pero la fe en Cristo es sencilla, y su «yugo es fácil» (Mateo 11:30). Es fácil porque Dios estuvo dispuesto a perdonarnos y amarnos. Y ahora, el Señor nos capacita para que lo amemos a Él y a nuestro prójimo.