La Cartilla de Nueva Inglaterra se publicó a finales del siglo
xvii. Para las colonias que, más tarde, se convertirían en los Estados Unidos
de América, ese libro se transformó en una fuente de consulta asidua.
Gran parte de su contenido se basaba en la Biblia, y utilizaba
imágenes y rimas de las Escrituras, para ayudar a los niños a aprender a leer.
También incluía plegarias como esta: «Ahora me acuesto a dormir, y le pido al
Señor que cuide mi alma. Si muero antes de despertarme, le pido al Señor que la
lleve con Él».
En aquellos tiempos, esa cartilla se convirtió en un medio para que
una generación le transmitiera su fe a la siguiente. Tal como está registrado
en Deuteronomio 6:6-7, cuadraba bien con lo que Dios quería que hiciera su
pueblo, los antiguos israelitas: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en
tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes».
Al hablar sobre quién es Dios, lo que hizo por nosotros, y cuánto desea que lo amemos y obedezcamos, nuestra vida puede convertirse en una cartilla para la generación siguiente. Podemos ser herramientas de enseñanza que el Señor utilice para ayudar espiritualmente a las personas.
Cuando enseñamos a otros, no perdemos el tiempo, sino que lo invertimos. (RBC)