En el
libro Kisses from Katie [Besos de Katie], Katie Davis relata el gozo de mudarse
a Uganda y adoptar a varias niñas de aquel país. Un día, una de sus hijas le
preguntó: «Mamá, si dejo que Jesús entre en mi corazón, ¿voy a explotar?». Al
principio, Katie le dijo que no. Que Jesús entre en nuestro corazón es un
acontecimiento espiritual.
Sin
embargo, después de pensarlo un poco, Katie explicó que, cuando decidimos
entregarle a Jesús nuestra vida y corazón, «explotaremos de amor, compasión,
tristeza por los que sufren y alegría por los que se gozan». En esencia,
conocer a Cristo genera un profundo interés por las personas que nos rodean.
La Biblia
nos desafía: «Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran» (Romanos
12:15). La obra del Espíritu Santo en nuestro corazón hace que podamos mostrar
permanentemente esta respuesta amorosa. Cuando recibimos a Cristo, el Espíritu
Santo entra a morar en nosotros. El apóstol Pablo lo describe así: «… habiendo
creído en [Cristo], fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa»
(Efesios 1:13).
Ocuparse de los demás (con la ayuda sobrenatural de Dios) le muestra al mundo que somos seguidores de Él (Juan 13:35). También nos recuerda su amor hacia nosotros. Jesús afirmó: «… como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (v. 34).