¡Qué
actitud tan excelente! Como creyentes en Cristo, nunca deberíamos estar
satisfechos, pensando que hemos alcanzado algún autoproclamado pináculo de
éxito espiritual, sino continuar creciendo «en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo…» (2 Pedro 3:18). En Juan 15:16, Jesús
nos recuerda que Él nos escogió para que vayamos y llevemos fruto. El resultado
de un crecimiento saludable es seguir dando fruto espiritual durante toda la
vida. Nuestro Señor promete: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto» (v. 5).
Si
progresamos de manera fiel y constante para parecernos cada vez más a Aquel a
quien amamos y servimos, podemos confiar en que el que comenzó en nosotros una
«buena obra» continuará realizándola hasta que esté completamente terminada el
día que Él regrese (Filipenses 1:6).
La obra invisible de
Dios en nuestro corazón produce fruto visible en nuestra vida. (RBC)