Nuestro corazón late
alrededor de 100.000 veces por día, enviando sangre a todas las células del
cuerpo. Esto significa 35 millones de latidos por año, y un promedio de 2.500
millones durante toda la vida. La ciencia médica afirma que cada contracción
del corazón es similar al esfuerzo necesario para sostener una pelota de tenis
en la mano y darle un buen apretón.
No obstante, por más
asombroso que sea el corazón, es tan solo un ejemplo del mundo natural, cuyo
propósito es revelarnos algo sobre nuestro Creador. Esta es la idea detrás de
la historia de un hombre llamado Job.
Desgarrado por una
serie de problemas cada vez mayores, Job se sentía abandonado. Cuando Dios
finalmente le habló, no le dijo la razón de su sufrimiento ni tampoco que Él
mismo, el Creador, un día sufriría por él. En cambio, dirigió la atención del
patriarca a una serie de maravillas de la naturaleza, que siempre están
susurrándonos (y, en otras ocasiones, gritándonos) sobre una sabiduría y un
poder mucho más grandes que los nuestros (Job 38:1-11).
Entonces, ¿qué
podemos aprender de la complejidad de este laborioso músculo, el corazón? El
mensaje puede ser similar al del sonido de las olas que llegan hasta una playa
o al del brillo de las estrellas que iluminan una noche oscura: el poder y
la sabiduría de nuestro Creador nos dan una razón para creer en Él.
Al reflexionar en el
poder de la creación divina, vemos con cuánta fuerza nos cuida Dios. (RBC)