Era sólo una mota, un pequeño objeto
volador extraño que volaba por el aire un día ventoso mientras yo cortaba el
césped. De algún modo, esa mota se metió en mi ojo izquierdo.
Durante algunas horas, aquella motita
me causó bastante irritación en ese ojo. Traté de sacarla con agua. Mi amiga ,
que es enfermera, también intentó hacerlo con todo lo que se le ocurrió. Al
final, fuimos a un centro médico de emergencia donde el personal de guardia
tampoco la pudo sacar. Sólo después de aplicar un ungüento y de una molesta
espera durante varias horas más, sentí alivio del efecto de esa mota.
Esta pequeña y persistente irritación me trajo de nuevo a la mente la enseñanza de Jesús en Mateo 7 sobre criticar a los demás. Al pensar en ello, lo primero que me impactó fue la practicidad de la ilustración del Señor. Empleando la herramienta literaria de la hipérbole, o exageración, les explicó a sus oyentes sobre lo necio que es que una persona critique a otra sin ver que también es culpable de cometer errores. Si puedes encontrar una pequeña mota en el ojo de otra persona mientras ignoras el trozo de madera que hay en el tuyo, algo anda mal. Es inconcebible que pasemos por alto nuestras propias faltas mientras señalamos las de otras personas.
Una actitud de santurrón es inaceptable en la vida cristiana. Esto se ve claramente.