“Después que nuestro avión aterrizó en
la pista de grava, Jay y yo bajamos y nos introdujimos en el mundo de Masai
Mara, en Kenia. Un hombre de la tribu masai, llamado Sammy, nos recibió y cargó
nuestro equipaje en un vehículo Land Rover. Luego, nos dirigimos al campamento
donde pasaríamos los dos días siguientes.
Ocasionalmente nos deteníamos para ver
las cebras y los ñus que migraban desde Masai Mara hacia Serengueti. Entonces,
Sammy nos explicaba que las dos inmensas manadas viajaban juntas porque las
cebras tenían buena vista y un olfato limitado, mientras que los ñus no podían
ver bien, pero su sentido del olfato estaba bien desarrollado. Al trasladarse
juntos, son menos vulnerables a los depredadores. Esa fue nuestra primera
lección sobre la revelación de Dios en la creación, las cuales abundan en Kenia”
( J.A. – escritor americano).
Así como Dios hace los animales con
diferentes fortalezas y debilidades, lo mismo sucede con los seres humanos. El
Señor no sólo nos hizo para que dependiéramos de Él, sino también los unos de
los otros. El apóstol Pablo desarrolló este concepto en su carta a la iglesia
de Corinto. Como miembros del cuerpo de Cristo, todos tenemos diferentes dones
y talentos (1 Corintios 12:12-31).
La iglesia sólo es saludable cuando
trabajamos juntos, nos cuidamos mutuamente y utilizamos nuestras fortalezas
para ayudarnos unos a otros.