Chuck Colson, fundador de Prison
Fellowship [Ministerio carcelario], pasó 40 años ayudando a personas a oír y
entender el evangelio de Jesucristo. Cuando murió, en abril de 2012, un
artículo en un periódico se titulaba: «Charles Colson, el hombre de los “trucos
sucios” de Nixon, muere a los 80 años». Era sorprendente que un hombre tan
transformado por la fe fuera identificado por cosas que había hecho como
asistente presidencial políticamente inescrupuloso décadas antes de conocer al
Salvador.
La conversión del apóstol Pablo y su
testimonio cristiano inicial fueron recibidos con escepticismo y temor. Cuando
empezó a predicar que Jesús era el Hijo de Dios, la gente murmuraba: «¿No es
éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino
acá…?» (Hechos 9:21). Más tarde, cuando fue a Jerusalén y trató de unirse a los
discípulos, estos le tenían miedo (v. 26). En los años siguientes, Pablo nunca
ignoró el pasado, sino que hablaba de él como una prueba de la misericordia de
Dios (1 Timoteo 1:13-14).
Al igual que el apóstol Pablo, no es
necesario que hagamos alarde de nuestros fracasos ni que finjamos que nunca
ocurrieron. En cambio, podemos dar gracias al Señor de que, por su gracia y
poder, nuestro pasado ha sido olvidado, nuestro presente es diferente y nuestro
futuro se ilumina con la esperanza de todo lo que ha preparado para nosotros.