“Mientras
viajábamos por otro país, mi esposo notó que los caminos asfaltados tenían
profundas grietas. Cuando preguntó el porqué, nuestro chofer explicó que eran
por los neumáticos de camiones que transportaban más peso del permitido. Cuando
los policías los detenían, los conductores los sobornaban para evitar multas.
Los camioneros y los policías se beneficiaban económicamente, pero los demás
conductores y los que pagan los impuestos tenían que soportar cargas
financieras injustas más los inconvenientes de las carreteras deterioradas”. (
J.A.L. – escritor americano).
No todos los sobornos son manifiestos;
algunos son más sutiles. Tampoco son todos financieros. La adulación es una
clase de soborno cuya moneda corriente son las palabras. Tratar con favoritismo
a ciertas personas porque hablaron bien de nosotros es como aceptar un soborno.
Para Dios, toda parcialidad es injusticia. El Señor estableció que la justicia
fuera incluso una condición para permanecer en la tierra prometida. Los
israelitas no debían pervertir la justicia ni ser parciales (Deuteronomio
16:19-20).
El soborno priva a otros de dicha justicia,
lo cual es una ofensa al carácter de Dios, ya que Él es «Dios de dioses y Señor
de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas,
ni toma cohecho» (Deuteronomio 10:17).
Felizmente, el Señor nos trata a todos por
igual, y quiere también que nosotros nos tratemos del mismo modo.