“Cuando yo era adolescente, fui con mi
papá, mis tíos y mis primos a pescar truchas en las cabeceras del río
Sacramento, en California. Este río nace como resultado de la nieve derretida;
por lo tanto, el agua era torrentosa, transparente, fría y refrescante. Mis
primos y yo no pudimos resistir meternos en la corriente helada mientras
pescábamos truchas arco iris.
Al regresar a casa, nos detuvimos para
darnos un chapuzón en una laguna bastante diferente. El agua era cálida y olía
a estancada. Contrastaba tremendamente con la otra corriente tan rápida y
estimulante” (D.F. – escritor americano).
El profeta Amós utilizó la metáfora de
una corriente de aguas para ilustrar el poder transformador de la justicia.
Consternado ante los rituales religiosos y sin vida de Israel, y la explotación
que hacían de los pobres (Amós 2:6-8; 5:21-27), clamó para que se impusieran el
juicio y la justicia. Observó que el pueblo de Dios estaba atascado en la
laguna estancada de la injusticia hacia los demás, cuando lo que necesitaban
era una vida signada por «la justicia como impetuoso arroyo».
Asimismo, Dios desea que nosotros
permitamos que el juicio brote de nuestras vidas y «corra […] como las aguas».
Una forma de hacerlo es luchar para que haya leyes justas y abogar por el cuidado
bondadoso de los pobres. Procuremos ser parte del impetuoso arroyo de la
justicia de Dios hasta que Cristo vuelva.
La justicia aparece cuando la verdad se pone en acción. (RBC)