Conducir un camión inmenso por las
heladas carreteras del norte de Alaska quizá parezca ser una tarea que requiere
un buen sentido del humor. Sin embargo, cuando un chofer oyó a través del
sistema de intercomunicación que otro conductor llamado Alejandro se reía con
frecuencia y bastante ruidosamente, empezó a irritarse. Entonces, hizo algunos
comentarios despectivos sobre su colega y su risa campechana.
Poco después, el crítico conductor
perdió el control de su gran camión y terminó en una zanja; hundido hasta los
ejes en la nieve. Adivina quién pasó por la desolada ruta y vio el aprieto en
que estaba el otro camionero. Exactamente… Alejandro.
Ahora bien, ¿qué harías tú? ¿Reírte
interiormente del problema del otro hombre y pasar de largo? Eso no fue lo que
hizo Alejandro, sino que se detuvo y pasó varias horas ayudando a salir de allí
a quien lo había criticado. Cuando terminó, simplemente dijo: «Cada vez que
tengo oportunidad de reparar el daño que he causado, es un placer hacerlo». Y
después, desde luego, se rió.
¡Qué lección para todos nosotros! ¿No
es esto lo que Cristo nos ordenó que hiciéramos en Lucas 6: ayudar incluso a
aquellos que parecen ser nuestros enemigos? La próxima vez que alguien diga
algo de ti que no te guste, piensa en Alejandro… pero no lo tomes simplemente a
risa. Haz algo a favor de esa persona y, al hacerlo, tal vez tengas un nuevo
amigo.