Cuando le recordé a mi amigo que se
acercaba el día en que cumpliría 39 años, dijo que no quería ningún regalo. Sí,
claro, pensé, y seguí insistiendo para que me diera una idea de qué regalarle.
Fue entonces cuando me dijo que quería ofrendar el dinero que supuestamente se
gastaría para su cumpleaños.
La Biblia nos llama a dar generosamente
—sin tristeza ni por necesidad— para sustentar la obra de Dios y para ayudar a
la gente (2 Corintios 9:7). Esta clase de ofrendas voluntarias suelen generar
gozo a quien las da. Cuando el rey David donó sus reservas personales de oro y
de plata para ayudar a construir el templo, muchos funcionarios israelitas
siguieron su ejemplo. Después de ofrendar bronce, hierro y piedras y metales
preciosos, «se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente» (1
Crónicas 29:9).
Como parte de la celebración, David
alabó a Dios, diciendo: «…de lo recibido de tu mano te damos» (v. 14). Lo que
señalaba es que todo le pertenece al Señor. Recordar esta verdad nos permite
dar con desprendimiento, ya que simplemente estamos devolviéndole nuestros
recursos a su verdadero dueño: Dios.
La próxima vez que contribuyas con
dinero en efectivo, servicios o bienes para apoyar la causa de Cristo, evalúa
tu actitud. ¿Estás dando generosa y voluntariamente? Dios ama al dador alegre.
Nuestra forma de dar es más importante que la cantidad que ofrendamos. (RBC)