A veces, el sendero de la vida parece
desesperadamente largo y empinado. No tengo fuerzas ni voluntad para la
travesía. Entonces, recuerdo que Dios ya conocía este camino mucho antes de que
me llamara a recorrerlo. Siempre supo las dificultades que experimentaría y
conocía el dolor que yo jamás podría explicarle a nadie. Como Él lo sabe, me
ofrece su compañía.
Quizá hoy la tristeza esté abrumándote.
Tal vez sea la carga de un ministerio difícil, la preocupación de un matrimonio
complicado, el cuidar a un padre anciano u otros problemas que surgen en la
vida diaria. «Sin duda —dices—, Dios no quiere que recorra este camino. Tiene
que haber otro; un sendero más fácil de transitar».
Pero ¿es cualquiera de nosotros lo
suficientemente sabio como para saber que hay otro camino que nos convertirá en
hijos mejores y más entendidos? No, nuestro Padre celestial sabe cuál es el
mejor trayecto de todos para guiarnos a la madurez espiritual (Salmo 142:3).
Sus caminos son más altos que nuestros
caminos y sus pensamientos más elevados que los nuestros (Isaías 55:9). Con
humildad, podemos tomar el sendero que nos ha señalado para hoy y hacerlo con
absoluta confianza en su amor y sabiduría infinitos. El Señor es más sabio y
más amoroso de lo que podamos imaginarnos. Él lo ve todo, ha previsto cada
detalle y no nos llevará por el camino equivocado.
Dios nunca te llevará por un camino equivocado. (RBC)