Katsushika Hokusai fue uno de los
artistas más prolíficos y destacados de la historia japonesa. Entre 1826 y
1833, cuando tenía entre 65 y 72 años, creó su obra más grandiosa: una serie de
grabados en madera titulada Treinta y seis vistas del Mte. Fuji. Entre esas
pinturas había una obra maestra: La gran ola de Kanawaga. La hizo durante un
período de luchas económicas y emocionales en su vida, y muestra una ola
gigante bordeada de espuma con forma de garra, a punto de caer estrepitosamente
sobre tres botes pequeños llenos de remeros.
El Salmo 107 también narra una historia
sobre personas que corren peligro en el mar. Flotando sobre las olas, «suben a
los cielos [y] descienden a los abismos…». Y como resultado, «… sus almas se
derriten con el mal» (v. 26). Por fin, los marineros le mandan un S.O.S. a
Dios, y Él responde aquietando el mar y guiándolos a su destino (vv. 28-30).
Cuando enfrentamos circunstancias desesperantes,
tendemos a recurrir a otros seres humanos para buscar dirección y consuelo. Sin
embargo, ellos están en el mismo bote; perdidos en el océano de los altibajos
de la vida. Solo Dios está fuera del bote; y en su soberanía, estabilidad y
fortaleza, puede calmar las tormentas (vv. 24-25, 29). ¿Estás atravesando
dificultades? ¡Acude al Señor Jesucristo!
Adoramos a un Dios que es mayor que nuestro problema más grande. (RBC)