George Washington Carver (1864-1943)
superó un tremendo prejuicio racial antes de convertirse en un renombrado
educador en su país. Resistiendo la tentación de sentir amargura por la forma
como lo trataban, escribió sabiamente: «A la larga, el odio destruye a aquel
que lo alberga».
Las palabras de Carver y las acciones
de Amán nos recuerdan que el odio es autodestructivo. La respuesta bíblica
consiste en revertir dicha actitud y devolver bien por mal. «No paguéis a nadie
mal por mal» (Romanos 12:17), dijo Pablo. Cuando nos ofendan, no debemos
vengarnos (v. 19), sino hacer lo bueno (v. 17), para que vivamos «en paz con
todos los hombres» (v. 18).
El odio promueve la autodestrucción; el amor hace realidad la enseñanza de Dios. (RBC)