Marcos cometió un error. Llegó una hora
tarde a un restaurante donde tenía que encontrarse con un amigo. El amigo ya se
había ido. Como se sentía mal por el error, compró un cupón de regalo para
comer en ese lugar y se detuvo en una librería para buscar una tarjeta que
dijera que lamentaba lo sucedido. Entre cientos de tarjetas, se sorprendió al
encontrar en un recóndito rincón de la tienda solo unas pocas que decían:
«Lamento lo que hice». Compró una y se la dio a su amigo, el cual aceptó la
disculpa.
Aunque las tarjetas para pedir
disculpas no sean populares, asumir esta actitud suele ser algo necesario en
nuestras relaciones interpersonales. Pedir perdón es una acción bíblica. Jesús
les enseñó a sus seguidores a arreglar las cosas con aquellos a quienes habían
ofendido (Mateo 5:23-24; 18:15-20). Y el apóstol Pablo dijo: «Si es posible, en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Romanos
12:18). Vivir en paz quizá exija pedir disculpas.
Tal vez resulte difícil disculparse
porque esta actitud requiere que tengamos un espíritu humilde para admitir
nuestro error, lo cual no brota de nosotros naturalmente. Pero asumir la
responsabilidad del daño que hicimos en una determinada situación puede sanar
una relación y restaurarla.
¿Cometiste un error? Trágate el orgullo
y da el primer paso… aunque no puedas encontrar una tarjeta que te ayude a
decirlo.
La mejor manera de tener la última palabra es disculparse. (RBC)