Nerviosa, pero emocionada, Laura se subió a
un kayak individual para experimentar una travesía de rafting en unos rápidos.
Después de sujetarse a la canoa, se lanzó por el río con un grupo de guías y de
aficionados a los kayaks.
Laura se puso aún más nerviosa cuando vio las
cascadas que estaban por delante. De pronto, cuando el kayak voló por el aire y
cayó en los rápidos, se dio vuelta. Le habían enseñado cómo salir rápidamente
en caso de que eso sucediera. Sin embargo, al estar cabeza para abajo en el
agua, se desorientó y no podía encontrar la barra para liberarse. Sabía que no
podría mantener mucho más la respiración y pensó que pronto estaría en la
presencia del Señor. Justo en el momento preciso, la ayuda llegó y se salvó.
Sin duda, estaba muy agradecida de haber sido rescatada de la muerte física.
Un rescate aun mayor ha sido provisto para
nosotros: la salvación de la muerte espiritual llega en la persona de
Jesucristo. Cuando estábamos ahogándonos en el pecado, Dios envió a Su Hijo
Jesús para dar vida mediante Su muerte y resurrección (Romanos 5:8; Efesios
2:5). Lo hizo porque Él «es rico en misericordia» y «por su gran amor» (Efesios
2:4).
Impulsados por nuestra gratitud, podemos
ayudar a otros al contarles sobre el Salvador que necesitan con tanta
desesperación.
Quienes han sido
rescatados deberían estar listos y dispuestos a ayudar a rescatar a otros. (RBC)