Jesús alimentó a una multitud de 5.000
personas y, al día siguiente, muchos fueron a buscarlo (Juan 6:10-11, 24-25).
Entonces, los desafió con estas palabras: «… me buscáis, no porque habéis visto
las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (v. 26). Al parecer,
para algunas personas, la comida era más importante que la vida eterna que
Jesús ofrecía en Su Persona. Les declaró que Él era «… el pan de Dios […] que
descendió del cielo y da vida al mundo» (v. 33). Algunos no le creyeron ni
aceptaron Su enseñanza, «y ya no andaban con él» (v. 66). Lo que buscaban era
comida, pero no al Señor ni lo que se les exigía para seguirlo.
Hoy, Jesús nos invita a acercarnos a Él, pero
no por las bendiciones que proceden de Su mano, sino para recibir la vida
eterna que ofrece y para seguirlo, porque es «el pan de Dios».
Solo Dios puede
satisfacer nuestra hambre espiritual. (RBC)