Cuando pasó la tormenta, abrí mi Biblia para
empezar el día leyendo las Escrituras. Leí un pasaje de Job que comparaba el
poder del Señor con la fuerza en la atmósfera de una tormenta. Eliú, el amigo
de Job, dijo: «Truena Dios maravillosamente con su voz» (37:5). Además, «Él
cubre sus manos con el relámpago, y le ordena dar en el blanco» (36:32 lbla).
Sin duda, Dios es «grande en poder» (37:23).
Comparados con Dios, los seres humanos somos
frágiles. No podemos auxiliarnos espiritualmente, sanar nuestro corazón ni
remediar las injusticias que solemos soportar. Felizmente, el Señor de la
tormenta se ocupa de personas débiles como nosotros; «se acuerda de que somos
polvo» (Salmo 103:14). Es más, «da esfuerzo al cansado, y multiplica las
fuerzas al que no tiene ningunas» (Isaías 40:29). Dado que Dios es fuerte,
puede ayudarnos en nuestras debilidades.
Dios es la fuente de
nuestra fortaleza. (RBC)