Un día, una multitud buscó a
Jesús porque había realizado el milagro de multiplicar unos panes (Juan 6:11,
26). Le pidieron que hiciera una señal como la del maná del cielo que Dios
había provisto para su pueblo en el desierto (6:30-31; Éxodo 16:4). Cuando Jesús
dijo que Él era «el verdadero pan del cielo» (Juan 6:32), la gente no entendió.
Querían un pan literal. Sin embargo, Jesús estaba diciendo que había sido
enviado para ser su pan espiritual: supliría sus necesidades espirituales
diarias. Si por fe acudían a Él y aplicaban sus palabras y su vida a sus almas,
experimentarían satisfacción eterna (v. 35).
Jesucristo no quiere ser un
producto opcional en nuestra dieta; desea ser el elemento básico en nuestra
vida, nuestro alimento «imprescindible». Tal como los judíos del siglo i
no podían imaginar la vida sin el pan físico, no intentemos jamás vivir
sin Cristo, ¡nuestro Pan espiritual!
Solo el Pan espiritual satisface
al alma hambrienta. (RBC)