¿Dónde buscamos ayuda cuando las luchas y las
angustias amenazan con sacudir nuestra fe y robarnos el último granito de gozo?
Quizá el destino correcto sea
2 Corintios 1:3. Está lleno de esperanza, socorro y posibilidades.
Examina lo que nos dice ese versículo: Pablo
alaba a Dios en dos aspectos (y recuerda que él tuvo más luchas y problemas de
lo que la mayoría de nosotros podría soportar). En primer lugar, simplemente
alaba al Señor, el cual no es solo nuestro Dios, sino el Dios y Padre de Jesús.
¡Piensa en el poder y el amor que yacen detrás de eso!
Después, nos da una noticia aun mejor:
Nuestro Padre celestial es el Dios de misericordia y compasión. Se ocupa de
nosotros con un amor bondadoso y eterno. Y hay más: Él es también el Dios de
toda consolación.
¿Necesitas compasión? ¿Necesitas consuelo?
Acude a Dios, ya que tiene una provisión inagotable y está pronto para
derramarla abundantemente sobre ti. ¡Él es lo que necesitamos en los momentos
difíciles!
Los susurros consoladores de Dios ayudan a acallar el
ruido de nuestras pruebas. (RBC)