Cada vez que miro el video, se me caen las
lágrimas. Me recuerda que somos específicamente llamados a glorificar al Señor
en la cotidianidad de nuestro mundo mediante los bellos acordes de una vida de
semejanza a Él. Lo hacemos al incorporar intencionalmente la gracia de Dios en
una situación para que alguien que no lo merece tenga una segunda oportunidad,
al compartir el amor de Cristo con algún necesitado, al ser las manos de Jesús
para levantar a un amigo agotado o apaciguar una situación caótica y confusa.
El salmista nos recuerda que tenemos el
privilegio sublime y santo de declarar «entre las naciones su gloria, en todos
los pueblos sus maravillas» (Salmo 96:3).