Cuando los reporteros preguntaron cómo pudo
alcanzar tal tamaño, el granjero dijo que se debía al terreno. Las semillas
eran de una variedad especialmente grande, pero aun así, el suelo debía ser el
correcto; de lo contrario, la calabaza no crecería bien.
El Señor Jesús utilizó una ilustración en la
que comparó los diferentes tipos de terreno con la respuesta de una persona
ante la Palabra de Dios (Mateo 13). Algunas semillas fueron comidas por las
aves, otras comenzaron a crecer, pero las hierbas malas las ahogaron. Incluso
hubo otras que brotaron de inmediato, pero carecían de tierra para seguir
creciendo. No obstante, la semilla que cayó en tierra buena «dio fruto, cuál a
ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno» (v. 8).
Cada uno debe preguntarse: «¿Qué clase de
terreno soy?».
El Señor desea plantar su Palabra en nuestro corazón para
que crezcamos en el conocimiento de su Persona. (RBC)