Un
antiguo adagio señala: «El que mucho abarca poco aprieta». Es sabio no asumir
más responsabilidades de las que uno puede manejar. Sin embargo, a veces, es
muy probable que nos sintamos abrumados por el tamaño y la dificultad de la
tarea que hemos aceptado realizar.
Esto
puede suceder también en nuestro andar en Cristo por la fe, cuando nuestro
compromiso con Dios parece demasiado pesado para sobrellevar. Pero Él tiene una
palabra de aliento para darnos cuando nuestra confianza titubea.
El
escritor de Hebreos exhortó a sus lectores a recordar la valentía que habían
demostrado durante los primeros días de su fe (10:32-33). A pesar de los
insultos en público y la persecución, ayudaron a los creyentes presos y
aceptaron gozosos la confiscación de sus bienes (vv. 33-34). Con eso en mente,
dice: «No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque
os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis
la promesa» (vv. 35-36).
Nuestra
confianza no depende de nosotros, sino que está fundamentada en Jesús y en su
promesa de regresar en el momento exacto (v. 37).
Es
el poder de Dios lo que nos capacita para seguir en nuestro sendero de fe.
Recordar la fidelidad del Señor en el pasado estimula nuestra confianza en Él
en el presente.