Carlos Whittlesey fue héroe de héroes.
Líder del denominado «Batallón perdido», durante la Primera Guerra Mundial, lo
premiaron con la medalla de honor por su valentía cuando su unidad quedó
atrapada detrás de las líneas enemigas. Cuando se inauguró en su país la tumba
al soldado desconocido, lo eligieron para que fuera el portador del féretro del
primer soldado colocado en ese sitio. Dos semanas después, se presume que
terminó con su vida lanzándose de un crucero en el medio del océano.
Como Elías (1 Reyes 19:1-7), Carlos era
fuerte en público; sin embargo, en los momentos de quietud y privacidad,
experimentaba sentimientos de desesperación. Hoy las personas suelen enfrentar
situaciones más tremendas de lo que pueden manejar. A veces, es una
desesperación temporal producida por la fatiga, como en el caso de Elías. Este
había logrado una gran victoria sobre los profetas de Baal (18:20-40), pero
después, temió perder la vida y huyó al desierto (19:1-3). Sin embargo, a
menudo, es más que algo desesperante y temporal. Por eso, es imprescindible que
hablemos abierta y compasivamente sobre la depresión.
Dios ofrece estar con nosotros en los
momentos más oscuros de la vida, lo cual nos permite, a su vez, acompañar en su
nombre a los angustiados. Pedir ayuda (a los demás y a Dios) quizá sea el
momento más fuerte de nuestra vida.