En alguna de las tarjetas de Navidad
que recibas este año, sin duda habrá un hombre de pie, al fondo, mirando por
encima del hombro de María, el cual muestra un notorio interés por el niño
Jesús. Se llama José. Después de terminado el relato del nacimiento, no se
vuelve a oír mucho de él. Si no conociéramos la historia, pensaríamos que era
un espectador insignificante o, a lo sumo, una mera necesidad para validar el
derecho de Jesús al trono de David.
No obstante, en realidad, José
desempeñó un papel estratégicamente importante. Si hubiese desobedecido el
mandato del ángel de tomar a María por esposa (Mateo 1:20), desde un punto de
vista humano, habría hecho peligrar toda la misión de Jesús. Tomarla por esposa
era una tarea riesgosa. Que la gente pensara que él era el padre del bebé lo
ponía en una grave situación de quebrantamiento de la ley judía y lo
desacreditaba públicamente. Sin embargo, hoy todos estamos agradecidos de que
él haya estado dispuesto a poner en juego su reputación para participar en la revelación
progresiva de Dios y colaborar en su cumplimiento.
Nosotros, en su mayoría, somos
insignificantes en comparación con los personajes importantes de este mundo,
pero a todos se nos llama a obedecer. ¿Quién sabe qué tiene preparado Dios
cuando estamos dispuestos a someternos a Su voluntad? ¡Incluso cuando eso nos
ponga en una situación riesgosa!
No es poca cosa confiar y obedecer. (RBC)